miércoles, 30 de noviembre de 2011

Capítulo 21: UN PÍCARO LLAMADO KVOTHE


Otro fenómeno actual de la fantasía épica, género que parece estar viviendo últimamente una segunda edad de oro gracias a varias sagas de éxito, es la Crónica del asesino de reyes, presunta trilogía (veremos si no la estiran) del autor Patrick Rothfuss que cuenta hasta el momento con dos entregas publicadas, la segunda bastante reciente.

El nombre del viento (2007), novela que he terminado de leer hace bien poco, ha sido para mi una agradable revelación. Cuenta la historia -o el primer tramo de la historia- de Kvothe, un chaval pelirrojo que pertenece a una troupe de artistas ambulantes de etnia equivalente a la gitana, más o menos, que va enlazando aventuras y vivencias de todo tipo. Este relato es narrado por el propio personaje, ya adulto, que ha adoptado una identidad falsa por motivos que todavía no conocemos del todo, y que es entrevistado por una especie de historiador - periodista medieval. 

Patrick Rothfuss

Sinceramente, este libro puede ser objeto de múltiples críticas adversas, sobre todo porque no posee una trama especialmente original (relato sobre el paso de la infancia a la adultez, tensión sexual no resuelta, intrigas de campus tipo J. K. Rowling), porque su estilo es bastante irregular (unos capítulos son brillantes, pura poesía, y otros son fríos e incluso toscos), y porque el universo del autor no es nada del otro jueves (mapa propio en la primera página, grupos étnicos muy definidos racialmente, nombres propios al estilo del universo Tolkien, una religión que Rothfuss parece ir inventándose sobre la marcha); y sin embargo gusta, y gusta por méritos propios.

Portada de una edición en inglés.

Patrick Rothfuss, que no anda lejos de los 40, consigue que su prosa suene -en el mejor de los sentidos- como si fuese obra de un quinceañero fantasioso cuya mayor influencia es su propio gusto, y El nombre del viento posee una frescura envidiable que invita a leerlo agradable y relajadamente. Aunque no es original como novela fantástica, sí que se nos presenta con una desenvoltura que la hacer parecerlo, y esto se consigue sobre todo gracias al enfoque por el que opta Rothfuss: una narración en primera persona que se sustenta en la perfecta creación del personaje de Kvothe, estudiante, músico y aventurero vocacional, dueño y señor del relato de la primera a la última página para bien. La historia funciona porque Kvothe funciona, y el progreso de la trama funciona porque nos importa lo que le pasa a Kvothe. Nos gana como lectores y no tardamos en ponernos de su parte y empezar a preocuparnos por su suerte. 

Portada del segundo libro, recién publicado en España.

A partes iguales Lázaro de Tormes, Harry Potter, Ender Wiggin, Peter Pan, Huckleberry Finn y Barón Munchausen, Kvothe parece la perfecta reencarnación del outsider adolescente de toda la vida en la literatura fantástica actual. Y El nombre del viento, pese a que no es más que el prólogo de una vida que se antoja suculenta de cara a los otros dos volúmenes (el segundo se titula El temor de un hombre sabio y es mucho más grueso), es una magnífica obra que merece la pena descubrir. Con un poco de suerte y con ayuda de quien pueda aconsejarles, los chavales de hoy leerán algo además de tanta novela de vampiros Calvin Klein.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Héroes Pulp: GULLIVAR JONES

El Gulliver original de Jonathan Swift no era una novela de aventuras (sobre todo sus tres últimos viajes) sino una crítica social y un tratado político. De ahí el reduccionismo de algunos miopes, que lo infantilizaban en un gigante entre liliputienses o un diminuto entre gigantes. Pero el espíritu del viajero imposible perduró, en la creación pulp de Edwin L.Arnold, que luego inspiró otro personaje de éxito aún mayor: John Carter de Marte, de Edgar Rice Burroughts.
Mientras se halla de permiso en tierra, Gulliver Jones encuentra muerto a un pequeño tipo que parece haber caído del cielo como por arte de magia. Jones se hace con su única posesión, una lujosa alfombra. De vuelta en su triste y poco acogedora morada, expresa el ferviente deseo de encontrarse en Marte y, de repente, aquél se cumple. Envuelto en la alfombra, es transportado por el espacio y depositado sin contemplaciones en las llanuras marcianas. Encuentra a unos marcianos alcohólicos sumidos en la apatía, y se interna en la jungla para rescatar a una princesa perdida, y ya esto es otra cosa, esto sí es aventura.

lunes, 21 de noviembre de 2011

CABALLO DE TROYA 9


Recuerdo que el primer Caballo de Troya fue uno de los libros que marcó mi adolescencia. Leí con angustia el camino del calvario, y cumplí la fantasía de tener un encuentro físico con Cristo, que reconoce al viajero del tiempo diciéndole "tú estás aquí para dar testimonio, y no debes desfallecer".Con algunos cabos sueltos, como un micrófono espía no recuperado en un candil de la última cena, había motivos para seguir explotando el filón, en el que me temía que J.J. Benitez metiera sus teorías OVNI (Los astronautas de Yahveh) No he leído ninguna de las secuelas, (que van desde la infancia de Jesús a la investigación sobre María, o los días posteriores a la Resurrección) pero el mismo autor confesaba en una entrevista que si alguien quiere mantener la ilusión de que todo esto es cierto, pues adelante, pero que es una fantasía religiosa y no una suerte de evangelio apócrifo. Lo bueno es que el primero estaba tan bien escrito (obviando el tema del Libro de Urantia) y con tanta ilusión, que mucha gente quiso albergar dudas sobre si realmente estaban ante el diario de un militar que viajó en el tiempo. Parece que este noveno y último de todas todas, es sobre la vida pública de Jesús y cuestiona algunas afirmaciones vertidas en los evangelios: "la elección de los doce apóstoles no fue como la cuentan los evangelios; Jesús quemó todos sus escritos y pinturas; el prodigio de Caná fue más espectacular de lo contado; ¿por qué los evangelistas no contaron la gran ruptura entre María y su hijo?... Huy, huy, Me acuerdo de la canción de the Cure "Personal Jesus".

jueves, 17 de noviembre de 2011

DESCARTES: EL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD


Esta colección acercaba la literatura, filosofía y arte de una manera sencilla. Al hilo de los comentarios en la entrada de los libros espirituales, me he acordado del Principio de causalidad de Descartes, que demuestra así la existencia de Dios.

La consecuencia contiene tanto la realidad como al OBJETO que produjo la causa. Y la consecuencia nunca puede ser más perfecta que el objeto causante.

Da qué pensar. ¿Seguimos teorizando?

LA PEÑA L'AGUILICA: EL TIEMPO PETRIFICADO (dedicado a mis amigos de Águilas)


Al sureste del Mediterráneo, durante el Neolítico, un joven íbero llamado Vofu abandonaba la ciudad de Urci para sentarse junto al acantilado. Le gustaba subir la colina hacia los riscos, y acomodarse en su choza secreta de pieles secas, contemplando el mar revuelto bramar abajo, y el renuente estrellar de las olas. Allí se estaba calentito y a salvo, y Vofu se reía del agua que no podía tocarlo. Por encima, entre los altos picos de piedra, estaba el Sol, que le seguía a todas partes. Y cuando por fin se iba, Vofu se tumbaba allí a mirar las estrellas. Y venía la luna blanca, y Vofu se sentía cerca del Valle de los Espíritus, la tierra a la que decían se había ido su abuelo, gran cazador de la tribu.

A veces encendía un gran fuego contra los muros de piedra, dejándolos negros, y días más tarde los espíritus, enfadados, hacían lluvia para limpiar todo. Él sabía que la tribu lo buscaba para cazar o sembrar, pero Vofu prefería comer algo para él, y sentarse en el suelo caliente que hay junto al mar, y comer los peces distraídos.


Quizá fue por eso que los espíritus se enfadaron. Vofu no iba a escuchar al anciano Tobar las historias de Urci. Vofu no fabricaba anzuelos para los demás. Vofu no prestaba su hacha de sílex ni se había molestado nunca en aprender cómo se hacían las estatuas de terracota.

Y una noche, hubo rayos sin lluvia, y el mar llegó arriba, y tiró la choza de Vofu, y la tierra tembló, y el agua dio un bocado a la piedra, y muchas rocas se resquebrajaron y Vofu pasó mucho miedo y bajó corriendo a pedir perdón a Tobar por no ser un urciniano obediente.


Al día siguiente, los íberos subieron a ver cómo habían quedado las montañas, y vieron que los espíritus habían tallado un gran águila en la peña de piedra. Un tótem que les daba la espalda, igual que Vofu se la había dado a sus obligaciones. Tobar lo interpretó como un mal augurio, y resolvió que Vofu debía de permanecer 40 días rezando en una tienda de sudación, para que la tierra no volviera a temblar nunca.

El águila de piedra observó cómo Vofu murió y fue enterrado allí arriba, en el lugar que acostumbraba. Observó cómo el pueblo se hizo más grande y luengas sus generaciones. La longevidad trajo hombres nuevos, conquistadores, y el águila durmió mucho tiempo.


Despertó para ver cómo los romanos comerciaban a sus pies con garum y salazones. Una legión comandada por César Octavio Augusto, descansaba en la playa. El César, sumido en hondos pensamientos, ascendió la calzada que llevaba al acantilado. Contempló pensativo la bahía, y decidió que aquel lugar había de ser propiedad del Imperio. La zona, aún sin nombre, era conocida como las minas, la cordelería, las termas, la posada, el asentamiento… Y Octavio quiso bautizar al lugar con nombre de provincia, y resolvió llamarla Tridente, por la forma de su tres golfos consecutivos. Mas luego quiso Júpiter iluminarle, y adivinar la enseña de la bandera romana tallada en la roca por Vulcano, pues claramente delante suya, flanqueada por grandes albatros, estaba esculpida en la peña el águila imperial. Y bajó resuelto a dictar un edicto por el que de aquí en adelante, la ciudad fuese conocida por ÁGUILAS o AQUILONIA, lo que el vulgo prefiriera.
Siglos más tarde, Tarik Ibn Yassin leía a su hijo Las Mil y Una Noches. Dos libros tenía en su casa en el poblado de Aquila: las Rubáiyáts de Omar Khayyam, para las que había dispuesto en el tabique un pequeño hueco, enrejado y bajo llave, porque su familia no leyera el contenido herético de algunas cuartetas; y el otro libro eran los cuentos de Sherezade, que sí les eran permitidos a su hijo y esposa. El pequeño Dinar Ibn Tarik estaba fascinado con uno de los viajes de Simbad en el que el protagonista cabalgaba a lomos del Pájaro Roc. De súbito, Tarik tuvo una ocurrencia:

  • Dinar, acuéstate temprano –espetó- porque mañana te llevaré a conocer al Pájaro Roc.

El hijo obedeció excitado, y al día siguiente, sin apenas haber podido conciliar el sueño, siguió a su padre en la excursión hasta el acantilado. Allí, Tarik le adivinó el águila en la roca, y el niño se maravilló, y fue un día feliz para ambos.

Mucho más tarde, con la conquista pactada de Lorca por el infante Alfonso X el Sabio, el fondeadero de Águilas quedó inactivo, su puerto vedado y su torre arruinada. Pero el águila de piedra aún custodiaba a sus pies unas enormes cestas de proyectiles metálicos redondos. Raúl, un joven soldado español, era el artillero del risco, esperando ver las fogatas de advertencia para disparar. Su único compañero era el pájaro en la roca, como si allí hubiera anidado y dado a luz muchos huevos, que lanzados desde un cañón sobre el risco eclosionaban en las naves musulmanas, hundiéndolas, dejando en el mar tesoros sumergidos, cuya localización sólo el ave pétrea conoce. Más batallas se ganaron al disparar desde allí que desde los antiguos castillos árabes de Tébar y Chueca, habilitados ahora para la vigilancia.

Una noche, en la que Raúl se quedó dormido. Le despertó un cañonazo terrible, y pudo ver cómo los depredadores moriscos habían atravesado la línea de defensa entre los faros. Multitud de barcas iluminadas con teas ya se prestaban a desembarcar, y Raúl no se perdonaba su desidia.

Días más tarde, Raúl fue hecho prisionero, como las torres de Cope y las gemelas de Águilas y Terreros. Y el águila observó cómo volvía a tener unos vecinos desconocidos.



Dos décadas tuvieron que transcurrir para que llegara el decreto de Carlos III sobre la fundación de la nueva población de las Águilas. Nombrado Capitán General de Castilla la Nueva el Conde de Aranda. Éste quiso repoblar una zona de costa abandonada, comprendida entre Cartagena y Gibraltar. Y eso renovó el nido del Mediterráneo.

Un día, Carlos III y el conde de Floridablanca, sustituto de Aranda tras su caída, visitaban la región, orgullosos de haberla rescatado de la escasez. Tras un paseo por el puerto, en el que se mercadeaba con grano, barrilla, sosa y esparto, subieron al Castillo de San Juan de las Águilas para disfrutar de su fascinante vista panorámica. Desde allí contemplaban sus barcos fondear en el puerto, los tres faros vigilantes, uno en cada golfo, la albufera tomada por las gaviotas, el antifaz de mar entre los promontorios. De pronto, Floridablanca dijo:
>Majestad, disponga de mi catalejo, y podrá descubrir justo junto al lugar en el que apunto, un águila que la Naturaleza, mucho más talentosa que el hombre, ha esculpido en aquel risco.
>Carlos III obedeció. Tardó un rato en recuperar el enfoque, pero tras cinco minutos de oscilar el periscopio, levantó la mirada y matizó:
">Señor Conde, es sin duda majestuosa, pero no se trata de un águila, sino de un halcón. Un halcón cazador. Las águilas, son notables y grandes, y un halcón es más pequeño.
">¿Seguro? Quizá es un azor -se defendía el conde-
>Aún a riesgo de parecer pedante, reafirmo mi hipótesis. Quizá deberíamos desplazarnos allá para, sobre el terreno, determinar de qué ave se trata.

Majestad, no pretendo cansarle a usted por una cabezonería mía. Usted es el ornitólogo, y a diferencia de un servidor, ha usado halcones en las cacerías, así que convendremos que es halcón.
">No quiero que me den la razón porque sí, sin más ni más. Vayamos al lugar y dirimamos la cuestión.
>Si es su gusto, contemplemos a ese halcón de cerca.
">Una hora después, Carlos III y el Conde, por no perder más tiempo en rebatirse, resolvieron que el ave de piedra era una aguilica, una cría de águila. Y como aguilucho les sonaba un sufijo despectivo, bautizaron al lugar como Peña del Aguilica.

Mucho más tarde, el tataranieto de Raúl, se guarecía en el Castillo de Águilas, escogido entre los quintos para defender al poblado de los franceses, que ya habían tomado Lorca. El castillo quedaba sin artillería, y recordó el secreto familiar de los proyectiles enterrados en la Peña de La Aguilica. Tomó un caballo y galopó hasta allí. Cavó hondo y encontró el arsenal. Cargó las bolas en las alforjas del corcel, que doblado por el peso, apenas podía trotar. A su regreso al castillo ya ondeaba la bandera francesa en las almenas españolas. Arrojó su carga en la arena de la playa, cosa que el caballo agradeció, y quiso huir a la desesperada. Encontró ante él diez bayonetas apuntándole. Como su tatarabuelo, perdió la batalla y fue hecho prisionero, sin posibilidad de defender a los aguileños.

La semana pasada, África fue expulsada del Instituto de Enseñanza Secundaria Alfonso Escámez por gritar ¡Viva la Pepa! en clase de Historia. La lección del día trataba de la proclamación de la constitución del 19 de marzo de 1812, y de cómo la Junta de Cádiz pidió que Águilas fuese declarado ayuntamiento constitucional independiente del municipio de Lorca. África estuvo haciendo gracias un rato, luego se dedicó a decorar su agenda y acabó por desesperar al profesor. Era una de esas alumnas que había obtenido el graduado muy por los pelos, y que había decidido probar un año de bachillerato para no separarse de sus amigas. La verdad es que a ella le preocupaba poco ir a la Universidad de Murcia. Y además, cómo estudiar en el Escámez, con esas vistas, divisando un mar azul tentador desde la ventana de la clase. Su parte de expulsión indicaba que molestaba a los compañeros y que se mostraba insolente. Ella lo firmó con desgana, cogiendo el bolígrafo como si fuese una herramienta inútil y oxidada. Cerró la puerta tras de sí, y se llenó del silencio del pasillo. El resto de la lección sonaba ya opaco tras la puerta, a oportunidad perdida. Conocía bien el camino hacia jefatura. Tocó a la puerta, y nadie contestaba. Abrió sin más y encontró los ordenadores apagados y sin profesores. Cerró y pensó qué demonios. Y se fue del instituto.

Hacer pellas es más divertido si alguien te acompaña. Preocupada por si algún vecino la veía a esas horas saltándose la clase en el paseo marítimo, retrocedió sobre sus pasos y subió al Mirador de la Aguilica. Sus padres iban a acabar enterándose. Qué mal. Y ahora qué. Ese tío es tonto, no tiene sentido del humor. Pero ninguno.
Ya se había fumado la clase otras veces, con sus amigas. A los mayores de dieciocho se les permite entrar y salir del centro, y es tentador no volver. Iban a fumar al fondo del mirador, sentadas en el muro, frente al mar, y criticaban a tal y a cuál, se cubrían de humedad, y les despeinaba el vientecillo de la libertad. Se sentó sola, bajo el águila de piedra. Encendió un cigarrillo, y dio una calada honda mirando al pájaro, en el mismo sitio en el que el íbero Vofu se escondía de sus mayores. En el idéntico emplazamiento en el que César Octavio Augusto se detuvo a sonreír. En el exacto lugar en el que Tarik Ibn Yassin llevó a su hijo de excursión para demostrarle que Simbad existió. En el justo enclave en el que el vigía Raúl se durmió irresponsable, dejando un flanco abierto a los piratas. Lejanos y obsoletos estaban los fantasmas de Floridablanca y Carlos III, expoliado el escondite de la artillería, cubierto el mirador de pintadas de alumnos aburridos, vejado el acantilado con vidrios y restos del botellón.
Era una mañana soleada, un ala delta a motor se posaba grácil sobre la arena de la playa. El águila de piedra reparó en ella con envidia. Había visto aviones desplazarse entre las nubes, y ella, que había sido esculpida para la conquista, seguía allí, clavada en la roca. Soñaba con alzar por fin sus alas, y desplegadas y abiertas, asesinar la gravedad, y al volar arrancar miles de piedrecitas de su plumaje, y rascarse con el pico, y lanzarse hasta el puerto, a ras de la estatua de Ícaro. Y planeando, recorrer la ciudad, vigilante, hecho aquel cielo para ser conquistado, y aunque piedra inerte, cómo no soñar, estando aquel firmamento tan azul. Y África pensaba algo parecido, soñando, sintiéndose presa, como aquellas piedras.



Siglos más tarde, la Peña de la Aguilica se desmoronará. Al principio parecerá que no, que iba a levantar el vuelo, y durante un instante se diría que no iba sino a tomar carrerilla para ascender, pero caerá al agua, y el paisaje será bruscamente modificado por la erosión de los años. Quedarán fotos de lo caprichoso y azaroso de su formar, y los aguileños levantarán allí una estatua en mármol de Macael, grande como un hipogrifo, majestuosa como el ave roc que soñara el pequeño Dinar Ibn Tarik. Pero ahora, la silueta de la peña es la mosca de una televisión local, y los pin de las asociaciones juveniles, y también es ya una esfera de cristal de las tiendas de regalos, con una reproducción del aguilica dentro. Y con un giro de muñeca, se puede hacer nevar purpurina dorada o corcho en su interior. Y arrebatado el territorio a los animales polares, el águila de piedra ha puesto huevos y engendrado polluelos junto a un éter aristotélico. Y los aguileños miran dentro de ellas y les recuerda al original tan mirado, como un genio a su lámpara, como el Principito a su asteroide, como Dios al planeta, como la eternidad al Sol, como el infinito a la galaxia, esperando nosotros reunir los méritos para un día, ser también de piedra y que nos miren reverentes. Y el águila sabe, que los secretos mueren si no se susurran, como hace ella con las olas y el viento; y ese adusto contemplar no puede ser subastado a cualquier licitador, sino al turista que sabe subir hasta allí y filosofar de verdad. Y meditar sobre el único misterio que nos llevaremos, a nuestra propia tumba de piedra. ¿Qué es la memorabilidad? ¿Qué hace allí un águila esculpida por la providencia? Dice el águila: Que resuelvan el acertijo. ¿Qué ojo divino pudo concebir esa graciosa casualidad? Dice el águila: Que descifren el mapa. Que interroguen a los labios sellados, y así crecerán las leyendas.

Y el águila, inmortal, aún sigue, sigue posada, vigilante, sus ojos escudriñan el embarcadero de los ingleses, recordando a larga distancia, a diferencia del estudiante. Las reminiscencias olvidadas, son el deja vu que hace a su fantasía notar los hilos del marionetista.
Y sueña con lo que ha visto: Tantos rostros, no quiere olvidar. Y sabe que recordar es contradecir algo, que la prisión de su pedestal de piedra le roba, pero el tiempo hace al recuerdo poroso, y el olvido viene, y emborrona, como la erosión a la roca.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

POE: LEGADO DE UNA TRAGEDIA


Allan Parson's project ya hizo un disco de culto "Tales of mistery and imagination" consagrado a Poe. Y Dagoll Dagom un musical de éxito. Pero no sé si sabréis que existe Edgar Allan Poe. Legado de una tragedia, que es una ópera rock interpretada por 21 cantantes y casi 50 músicos de las bandas más importantes de hard rock de habla hispana. Los artífices son los de Iguana Tango. El disco pretendía ser el primero de una trilogía.

En la obra se narra a través de dos actos, “Crepúsculo” y “Ocaso”, la trayectoria vital de Poe (sus andanzas en el ejército, su temprana boda con su prima, la muerte de su esposa, su vida bohemia y su muerte) y dos de sus famosos relatos cortos (El pozo y el péndulo y El Cuervo). La historia es relatada de diferentes puntos de vista, incluyendo a personajes antropomórficos como la tuberculosis, la muerte y el talento de Poe. El escritor es representado como una especie de Fausto que vende su alma a la Muerte a cambio de su talento. Las letras tienen un carácter de gran rigor pues todos los datos que ellas contienen han sido directamente aprobados por The Edgar Allan Poe Society of Baltimore que facilitaron gran cantidad de material para documentar la ópera rock. Pero a pesar de que las letras mencionan hechos reales, la obra tiene un propósito de ficción y por lo tanto muchos aspectos fueron adaptados libremente, siendo la reencarnación de Poe la invención más obvia.

Acto I: Crepúsculo
  1. Crepúsculo (02:03)
  2. Gato Negro (06:20)
  3. Atormentado (06:19)
  4. Preludios Nocturnos (01:27)
  5. Encontrar Mi Sangre (07:06)
  6. Delirios De Amor (01:55)
  7. Visionario (04:38)
  8. El Cuervo (04:12)
  9. Mar Adentro (03:47)
  10. Falsas Esperanzas (01:54)
Acto II: Ocaso
  1. El Péndulo (01:33)
  2. Reinando En Su Propio Mundo (04:07)
  3. Adiós Amor (08:31)
  4. No Quiero Morir (04:10)
  5. Embriagado De Dolor (03:21)
  6. Fe Sin Dios (04:42)
  7. Alma Errante (04:47)

martes, 15 de noviembre de 2011

NUEVAS ADAPTACIONES HOLMESIANAS


No solamente tenemos la faceta aventurera de Sherlock en el estreno en Enero de la secuela, sino que José Luis Garci ya está rodando una propia, que promete, esta sí, ser "muy fiel" a las historias escritas por Arthur Conan Doyle. Una fidelidad que se presume debido a que el guión está escrito por Garci junto al crítico y escritor Eduardo Torres-Dulce, considerado gran conocedor del personaje. Gary Piquer dará vida al detective en el film que –de momento– se titula ‘Holmes. Madrid Suite 1890’. Pero el actor es cómplice del secretismo de Garci y no desvela todavía algunas incógnitas. Respecto a la de Guy Ritchie, la de Enero 2012, repite todo su elenco, como por ejemplo Kelly Reilly como Mary Morstan (y su boda con Watson) y Eddie Marsan en el rol del Inspector Lestrade. Sin olvidarnos de Stephen Fry, que dará vida a Mycroft Holmes, hermano de Sherlock. Y pequeño en el cartel, pero sale, tenemos, por fin, al maléfico Dr. Moriarty (Jared Leto).

jueves, 10 de noviembre de 2011

CONTRA LAS FALTAS DE ORTOGRAFÍA


Siempre se ha dicho que, más que aprender normas ortográficas de memoria, la mejor forma de combatir las faltas es LEYENDO, por aquello de la memoria eudética. Ahora tenemos el fenómeno contrario: el vicio de acelerar el mensaje cometiendo faltas intencionadas, hace que nuestra memoria visual quede atropellada y contaminada por un código que suplanta al auténtico en los elementos de la comunicación. Es por ello que ya hay un frente contra el lenguaje SMS al que sumarnos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA


Tras haber sido plagiadas en México en 2007, las novelas de este ingeniero de caminos dedicado a escribir, son ahora reeditadas con portadas serias por diversas editoriales. Y eso que pueden encontrarse a 50 céntimos en los chinos. Enrique Jardiel Poncela le dio un consejo «No escribas cosas serias, escribe en broma para que la gente se entretenga, es la única forma de ganar dinero con esto » Y así fue, escribió para entretener a la gente con su estilo particular. Teniendo en cuenta estos consejos creó “La mascota de la pradera” (del oeste), ”Todo un hombre” y PX21 (de aventuras), además de “La reina de Yale” de corte romántico. Las envió a una editorial madrileña y para su sorpresa el editor con palabras de entusiasmo le solicitó que escribiera más novelas del oeste. Con más de 3.000 títulos diferentes, y cincuenta millones de ejemplares vendidos, las novelas de Marcial L. Estefanía constituyen todo un fenómeno editorial con tiradas de hasta cien mil ejemplares allá por los 60. Forman parte además de la memoria colectiva para más de una generación. Los hijos se integraron por completo en la labor emprendida por su padre. La tarea llegó a ser tan estrecha que, años después, los propios autores no conseguían ponerse de acuerdo sobre quién había escrito cada novela. «Buscábamos en la libreta de personajes en las que íbamos añadiendo las historias que le ocurrían a nuestras creaciones, para ver quién había añadido qué». La confusión ante tantos libritos se hacía especialmente delicada en lo referente a los títulos. «Casi, casi, lo más difícil era encontrar un buen título, y que no lo hubiéramos usado ya». El asunto de los títulos dio incluso lugar a algunas anécdotas tan curiosas como la que se produjo un verano, cuando toda la familia veraneaba en Galicia. «Nos llegó una carta urgente de Bruguera. Era una portada, con su ilustración y un título, que habían impreso ya. Nos pedían con urgencia el texto para rellenar las tripas. Mi padre me dijo que ésa me tocaba a mí. Me la escribí en 24 horas sin parar, sin dormir. Jamás repetiría algo así».

viernes, 4 de noviembre de 2011

STEVENSON, EL TUSITALA


Aquejado de tuberculosis, Stevenson busca climas cálidos y finita sus días con su esposa en una isla de Samoa, en la que escribe su última obra. Retrata las costumbres de los indígenas, habla sobre el canibalismo, cerdos domésticos, plantas etc. «Faltándome el valor de volver a mi antigua vida de casa y de habitación de enfermo...» reconoce en el momento que decide embarcarse en el Ecuador, y más tarde cuando entiende que permanecerá en las islas dice: «Pocos son los hombres que vienen a las islas y se van; envejecen donde se quedan; las sombras de las palmeras y el viento los abanican hasta que mueren, y siguen deseando quizá la última alegría de un viaje a casa, que pocas veces se realiza, menos aún se disfruta, y todavía menos se repite. Ninguna parte del mundo ejerce tal poder de atracción en el visitante. Lo que me toca ahora es comunicar al viajero tranquilo algún aspecto de esa seducción, y describir la vida, en el mar y en la costa, de muchos cientos de personas, algunos de nuestra misma sangre y lengua, todos contemporáneos nuestros, y sin embargo tan remotos en el pensamiento y las costumbres como Rob Roy o Barbarossa, los Apostóles o los Césares.» Me encantaría escuchar en una hoguera las palabras del que los aborígenes llamaron Tusitala, el contador de historias.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LOS LIBROS ESPIRITUALES: NIEZTSCHE HA MUERTO



Acabo de leer "Conversaciones con Dios" de Neale Donald Walsh. El autor había llegado al limite de su resistencia. Se encontraba en ese momento en que el dolor amenaza con desbordarse en la más insondable desesperación. ¿Que mejor prueba podía tener la inexistencia de Dios que su insensato sufrimiento? Y si existe y Dios es Amor, ¿no podría, en su soledad, reclamarle como interlocutor? Este último gesto de esperanza obró el milagro. En la línea de "a 33.000 pies" de J.J. Benítez, establece una conversación con el Altísimo, desarrollando un método de autoterapia con el que lleva ya tres libros publicados, más "Conversaciones con Dios para jóvenes" prologado por Alanis Morrisette. Me interesé por este libro porque la película me pareció buenísima. En ella el libro era la anécdota de la última parte, pero la historia de Neale es en sí un testimonio de Fe demoledor.

Estos libros tan profundos se basan no en lo que Dios dice, sino en lo que Dios te diría.
La cuestión es que, en una sociedad cada vez más simpatizante al laicismo, estos libros son superventas (El Secreto, Tu Dios interior, Fuerza para vivir, El Manual del Guerrero de la Luz) planteando un buenrollismo cósmico y ecológico que en los 80 se llamó new- age y que ahora retorna. Todos se basan en algo que ya está en los evangelios, y es la Fe suprema: Que Dios está de tu parte, que el Universo conspira para que tú logres lo que quieres, que el amor consigue los actos creativos y los atrae. Y a raíz de los múltiples testimonios, estos libros llegan en momentos en los que se necesitan, como si la persona los invocase.
Providencia, karma, y evangelios 1.0. Algo es seguro: el ateísmo no conforta.